Cuantas veces he escuchado este comentario como una afirmación positiva, acompañada por “es dura, por eso me gusta” o como una afirmación negativa, de rechazo, acompañada por “no es para mí, demasiada intensidad”.
Intensidad es otra palabra ambigua utilizada en el mundillo del Yoga con el matiz típico del mundo del deporte y generalmente positivo: “más duro, mejor”.
Lo que se percibe “intenso”, en términos de sensaciones o procesos mentales, sugiere o promete una evolución rápida y radical hacia una “mejoría” no bien definida, hacia una situación que será mejor de la actual. De aquí la tentación de buscar intensidad en la práctica diaria se vuelve muy fuerte.
Sin duda, el esfuerzo intenso es más atractivo respeto a la larga y a veces aburrida lucha para construir algo lentamente, día tras día, a veces por largo tiempo. Es por esa razón que los entrenamientos de alta intensidad o las “competiciones de yoga” están tan de moda.
La palabra intensidad parece prometer que vamos a tener una experiencia especial, algo “grande” va a pasar, y realmente somos nosotros mismo al final, que buscamos que algo “excitante” ocurra y rápidamente, sin esperas.
Que nuestras expectativas se cumplan o no, es otro tema. El ejemplo claro lo vemos en la práctica de Ashtanga: empujar para encontrar nuestros límites, para sentir la intensidad de la práctica, muchas veces da resultados impredecibles y acaba agotándonos y alejándonos de lo que la práctica del yoga nos enseña o de sus beneficios que no siempre son inmediatos.
Todos hemos vivido esta situación con posturas que nos has parecido imposibles durante mucho tiempo o que nunca “salen bien” como nos gustaría, momentos que no gratifican nuestras expectativas. Siempre he considerado este punto una de las barreras más importante y que pocos aprenden a superar mediante la aceptación verdadera, real, de sus propias limitaciones.
De toda esta reflexión deberíamos aprender que es mejor practicar con moderación, intentando no empujar demasiado nuestros cuerpos y nuestras mentes hacia objetivos no claros o extremos y recordar que el Ashtanga Yoga sin una buena respiración, se transforma es una especie de gimnasia sin un claro objetivo, dura e intensa sin duda alguna.
La idea que empujar y siempre estar buscando los límites, te lleve a encontrar la paz mental, está equivocada y solo se traduce en una violencia hacia nosotros mismos. Y la violencia es un concepto totalmente ajeno al yoga, nunca podrá ser parte de sus fundamentos filosóficos.