Visto desde fuera, este estilo de Yoga parece una secuencia de posturas que no sirve para otra cosa que no sea alimentar el ego y tener fotos o vídeos para alimentar las redes sociales. Pero cuando empiezas a practicar, sea cual sea tu motivación, descubres que:

En primer lugar, el Ashtanga es una práctica de respiración. Ahora, puede que aparentemente no lo parezca, pero el objetivo final es aprender a moverse con la respiración y no con los músculos. Cualquier estudiante nuevo tendrá que volver a aprender los conceptos básicos de la respiración. Esto puede ser muy humillante. No hay “equilibrios sobre brazos” ni posturitas “instagramables” para los recién llegados, aunque el estudiante sea físicamente capaz. De hecho, incluso con experiencia previa en yoga, es posible que un nuevo estudiante no haga más que pocas posturas durante un tiempo. Esto puede ser extremadamente humillante y aburrido. Pero es la primera lección que nos enseña esta práctica.
El Ashtanga Yoga requiere la plena participación y esfuerzo del practicante. Esta práctica exige mucho del alumno en términos de compromiso y automotivación. Sí, es exigente físicamente y la práctica se puede adaptar durante el tiempo necesario, a las posibilidades del estudiante: cualquiera puede practicar si está dispuesto a hacerlo de manera constante, paciente y durante mucho tiempo. La paciencia, la constancia y la repetición son algunas de las claves del Ashtanga Yoga. Eventualmente, la práctica se vuelve accesible, personalizada y transformadora, incluso para la persona que parecía menos inclinada naturalmente. Si sigues el método durante el tiempo suficiente, terminarás teniendo una práctica de yoga respetable y completa.
Por otro lado, cuando se enseña dogmáticamente, el Ashtanga puede ser desalentador, exclusivo e incluso peligroso, y ciertamente implica la posibilidad de lesiones o daños, a menos que se trate con cuidado. Por ello requiere un maestro experimentado.
Y esta es la segunda lección, aprender a involucrarse, convivir con algo exigente y aprender a gestionarlo.
La dificultad única del Ashtanga no radica en los desafíos físicos sino mentales. Esto comienza con simplemente levantarse temprano y recordar las secuencias de posturas, siendo ambas a menudo unas tareas abrumadoras para los nuevos estudiantes. Los desafíos mentales no terminan ahí. El Ashtanga requiere que te enfrentes a tus propias limitaciones para no lastimarte en la práctica, que te tomes la responsabilidad de tu práctica, que abogues por ti mismo con tus maestros y que sigas adelante cuando la práctica se vuelve desafiante.
Quizás el mayor desafío mental de Ashtanga es la repetición. La repetición de la práctica da como resultado semanas, meses y, a veces, incluso años, de hacer exactamente la misma secuencia de posturas todos los días. Hacer lo mismo, día tras día, sin percibir un avance notable o inmediato, puede ser agotador y exasperante. Además, a medida que agregamos posturas a nuestra práctica, su duración puede transformarse en un desafío. La secuencia es progresiva, y los avances sutiles. Necesita de un maestro que sabe acompañarte en el proceso.
El Ashtanga nos pide a todos que hagamos las mismas posturas. No importa cuáles sean las ventajas o limitaciones percibidas por un estudiante, todos comienzan en el mismo lugar en esta práctica. No podemos saltarnos posturas y centrarnos solo en aquellas que nos gustan o que se adaptan a nuestras fortalezas. En Ashtanga, la práctica nos obliga a enfrentarnos a nuestras debilidades, lo cual requiere una cierta fortaleza mental. El Ashtanga Yoga te llama la atención sobre tus defectos y te obliga a enfrentarte a ellos día tras día hasta que finalmente algo cambia muy levemente y obtienes un resultado diferente.
Mientras que otras prácticas de yoga permiten el establecimiento de objetivos que se ajustan a las expectativas del mundo externo, el Ashtanga redirige tu enfoque a lo que más elevará tu práctica y a ti mismo, como un conjunto. En lugar de centrarse en tratar de perfeccionar algo que parece fácilmente alcanzable, el Ashtanga nos recuerda perpetuamente la irrealidad de la perfección. Nos permite encontrar el equilibrio entre los extremos opuestos para asentar la mente en un estado de equilibrio.
Tal vez las razones por las que el Ashtanga Yoga no es popular son las mismas razones por las que debería serlo. La práctica exige más de un estudiante de lo que probablemente él se exigiría a sí mismo. Es una práctica humillante. No es fácil, y no es exactamente divertida, pero la transformación que sigue al compromiso y a la disciplina la convierten en una práctica excepcionalmente poderosa.
Entra en tu cuerpo y descubre el sistema del Ashtanga Yoga a tu manera. Si fuera popular, todo el mundo lo estaría haciendo. Pero esta es una práctica que es solo para ti.
Vuelvo siempre a lo mismo: pregúntate qué es lo que quieres del yoga y elige el camino mejor para ti. Ven a probar el Ashtanga con curiosidad y humildad: puede que no te guste, no importa, encontrarás lo que buscas en otro estilo u otro tipo de práctica. Recuerda, no todo es para todos.