Falta una real y clara definición del papel del profesor de yoga – Los alumnos nos perciben como un coach, un entrenador personal, un terapeuta, un amigo, un consejero espiritual o más cosas. Difícilmente nos perciben como “otro ser humano” con sus propios asuntos internos.
Los profesores de yoga no somos nada de todo eso, excepto por aquellos profesores que tienen formación en otras profesiones, por ejemplo, un psicoterapeuta o un fisioterapeuta que se dedica también a la enseñanza del yoga.
Hay que decir que los alumnos acuden a la escuela con sus expectaciones personales (esperanzas, confianza, ilusión, baja motivación), y con sus problemas personales, muy a menudo inconscientes, y que generalmente nosotros profesores no estamos en la posición de cumplir o satisfacer o ayudar en lo específico.
Esta situación no tiene por qué interferir con nuestra percepción de nuestras capacidades profesionales y de los que podemos o sabemos ofrecer a nuestros alumnos. Nunca tenemos que sentirnos inadecuados solo porque no podemos satisfacer expectativas ajenas.
Entonces, ¿hay que establecer normas en la relación profesor-alumno, para que todos estén contentos y a gusto?
Sin duda alguna, la primera es el respeto reciproco. El alumno tiende a idealizar al profesor pensando que le va a solucionar todo tipo de problema, pero no a va a ser así.
Otro punto que considero muy importante es una comunicación sincera, sobre todo a la hora de comunicar malestares o dolores durante la práctica.
De su parte, el profesor tiene que recordar que transmite sobre todo su propia experiencia, como el yoga le ha ayudado, los beneficios y su fe inquebrantable en esta filosofía de vida.
Es importante ser capaces de motivar y ayudar al alumno en desarrollar un profundo deseo de aprender y evolucionar y sobre todo, un fuerte compromiso en “aparecer” cada mañana/tarde en la escuela independientemente de cómo se siente, asegurando al alumno un espacio de crecimiento autónomo.
El alumno necesita un ambiente seguro, tranquilo, no competitivo y dejarle el tiempo de familiarizarse con la práctica hasta llegar al punto de tener “su propia” práctica.
Por todo ello, el profesor tiene que recordar al alumno la importancia del proceso y los beneficios de la práctica y no limitarse solamente a la técnica y a la forma del asana, porque esta última depende mucho de las posibilidades individuales de cada alumno.
Los efectos de una práctica constante de Ashtanga Yoga son:
- Mayor conexión con el propio cuerpo
- Mayor empatía hacia los demás
- Mejora del equilibrio mental y emocional
- Mayor vitalidad
- Mejoras en la respiración
- Mejoras del nivel de confianza en uno mismo
- Mejoras en la calidad del sueño y el apetito
- Mayor claridad mental
Todos estos beneficios poco o nada tienen que ver con la versión idealizada de la forma del asana, derivan de la práctica del yoga. Lo único necesario es creer en el método y hacer el esfuerzo de practicarlo buscando más una sensación sutil en el cuerpo sin preocuparse de como se ve la forma exterior de la postura.
Personalmente, lo que más me apasiona de mi trabajo como profesora de yoga es ser testigo de los cambios sutiles que viven los alumnos y en segundo lugar, hacer que la práctica se vuelva accesible para todos y en todos los niveles.
¿Por qué no tenemos que disfrutar de todos los beneficios del yoga más allá de nuestra edad, habilidades, energía o salud general?
Las posturas son aptas para todos cuando se entiende que cada una de ellas ejerce un trabajo específico y que se puede modelar para adaptarse a las posibilidades de cada cuerpo.
Cada postura, en su forma visual y exterior, puede verse diferente, pero a su nivel fundamental, o sea de trabajo interior, cada persona, con menos o más habilidades, está haciendo lo mismo para conseguir el mismo efecto.
A medida que aprendemos la serie, nos encontramos con posturas más difíciles o complejas y aprender a desarrollar una nueva postura puede conllevar dificultades. Este proceso de aprendizaje es mucho más importante de la postura en sí a la hora de evolucionar.
La excitación de aprender una nueva postura es una motivación importante pero las habilidades que se van a desarrollar durante el proceso, son para siempre.
Es importante disfrutar de la práctica y tener esta ilusión para la “nueva postura”, pero no hay que olvidar que estas emociones pasarán y nos olvidaremos del proceso si nos fijamos solo en la ejecución correcta de la postura.
Cuando aprendes un nuevo asana, sobre todo si es difícil para ti, además del aspecto físico, estás trabajando la capacidad de solucionar problemas, construyes la paciencia, la capacidad de estar viviendo con algo que no entiendes bien y te es de difícil acceso. Estás aprendiendo como respondes a los momentos difíciles. Estás construyendo tu fuerza y estos son rasgos caracteriales que volverás a encontrar en las situaciones de tu vida diaria.